jueves, 4 de julio de 2013

Etiquétame



Cuando era más chavo se puso muy de moda una campaña de publicidad. En ella, se retrataban diferentes momentos de la vida de una persona y cerraban con la frase: “Retrata los momentos Kodak”. Seguramente muchos de ustedes recuerdan dicho slogan.

Dentro de esos momentos encontramos los clásicos cumpleaños, graduaciones, fiestas, reuniones familiares, etc. Y muy probablemente, antes de la época del Facebook, la única persona capaz de ponerte en ridículo mostrando tus fotos más vergonzosas era tu madre. Pero ahora, la era de la tecnología nos reta y en muchas ocasiones, nos pone en situaciones tan embarazosas que ni inventando un hermano gemelo te puedes salvar.

Etiquetar a tus amigos, enemigos y ligues en las fotos, se ha convertido en un arma de doble filo. Por una parte puede ser aquella herramienta que te ayude a demostrar que estás siempre en las mejores fiestas, con la mejor ropa y la mejor compañía. Por otro lado, pueden ser tu ataúd social si en ellas apareces mal vestido, en estado inconveniente o haciendo ridiculeces. ¿Nos le parece que es muy difícil ser joven en estos días?.

Mi primer encuentro con las dichosas etiquetas fue después de una fiesta en la casa de mi mejor amigo, festejando su mayoría de edad. Ya saben, casa sola y una considerable suma de dinero patrocinada por la abuela del festejado. Todos esos factores sólo podían resultar en una fiesta decadente, masiva, algo así como año nuevo en Nueva York mientras los Rolling Stones tocan gratuitamente. Bueno, tal vez exagero pero a esa edad, todo lo vemos in-cre-í-ble.

Si me preguntan hoy, les podría contar muy poco acerca de esa fiesta, pero, afortunadamente (o tal vez no tanto) cuento con las fotos que varios amigos etiquetaron en Facebook y subieron a Twitter. Debo admitir que jamás pensé tuviera el coraje para bailar con el tubo de un palo de escoba, besar a más de 3 chicas y recibir más de 6 cachetadas; después de las 2 am, aún cuando todos ya estaban en condición zombie, dos amigos y yo tuvimos la energía de llenar globos con agua y despertar a todos los asistentes caídos durante la fiesta.

En general me gustan las fotos, pero una cosa muy diferente es cuando se convierten en pequeños instrumentos malvados que sirven para arruinarte la vida. A la mañana siguiente de aquella fiesta, mi novia que estaba de vacaciones, tardó más en cortar conmigo que en comentar todas las fotos en las que salía etiquetado.

Definitivamente, lo único para lo que deberían existir las etiquetas es para presumir tu nueva ropa de Cuidado con el Perro; pero eso sí, en situaciones que sean aptas para todo público. Lo que pasa en las fiestas, se queda en las fiestas.

Por un mundo libre de etiquetas vergonzosas les recomiendo:


Cuando vayan a una fiesta, fíjense bien quién les toma fotos y las postéa de inmediato a las redes sociales. Y de plano, no está de más prevenir; asegúrense que sus álbumes de fotos son privados; sino se quedarán como yo, el perro de las 3 tortas.
                          
                                                                                                                                   Nos olemos luego.
                                                                                  #PerroAndaluz

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