Cuando era más chavo se puso muy de moda una campaña de publicidad. En ella, se retrataban
diferentes momentos de la vida de una persona y cerraban con la frase: “Retrata
los momentos Kodak”. Seguramente muchos de ustedes recuerdan dicho slogan.
Dentro de esos momentos encontramos los clásicos cumpleaños,
graduaciones, fiestas, reuniones familiares, etc. Y muy probablemente, antes de
la época del Facebook, la única persona capaz de ponerte en ridículo mostrando tus
fotos más vergonzosas era tu madre. Pero ahora, la era de la tecnología nos
reta y en muchas ocasiones, nos pone en situaciones tan embarazosas que ni
inventando un hermano gemelo te puedes salvar.
Etiquetar a tus amigos, enemigos y ligues en las fotos, se
ha convertido en un arma de doble filo. Por una parte puede ser aquella
herramienta que te ayude a demostrar que estás siempre en las mejores fiestas,
con la mejor ropa y la mejor compañía. Por otro lado, pueden ser tu ataúd
social si en ellas apareces mal vestido, en estado inconveniente o haciendo
ridiculeces. ¿Nos le parece que es muy difícil ser joven en estos días?.
Mi primer encuentro con las dichosas etiquetas fue después
de una fiesta en la casa de mi mejor amigo, festejando su mayoría de edad. Ya
saben, casa sola y una considerable suma de dinero patrocinada por la abuela
del festejado. Todos esos factores sólo podían resultar en una fiesta
decadente, masiva, algo así como año nuevo en Nueva York mientras los Rolling
Stones tocan gratuitamente. Bueno, tal vez exagero pero a esa edad, todo lo
vemos in-cre-í-ble.
Si me preguntan hoy, les podría contar muy poco acerca de
esa fiesta, pero, afortunadamente (o tal vez no tanto) cuento con las fotos que
varios amigos etiquetaron en Facebook y subieron a Twitter. Debo admitir que
jamás pensé tuviera el coraje para bailar con el tubo de un palo de escoba,
besar a más de 3 chicas y recibir más de 6 cachetadas; después de las 2 am, aún
cuando todos ya estaban en condición zombie, dos amigos y yo tuvimos la energía
de llenar globos con agua y despertar a todos los asistentes caídos durante la
fiesta.
En general me gustan las fotos, pero una cosa muy diferente
es cuando se convierten en pequeños instrumentos malvados que sirven para
arruinarte la vida. A la mañana siguiente de aquella fiesta, mi novia que
estaba de vacaciones, tardó más en cortar conmigo que en comentar todas las
fotos en las que salía etiquetado.
Definitivamente, lo único para lo que deberían existir las
etiquetas es para presumir tu nueva ropa de Cuidado con el Perro; pero eso sí,
en situaciones que sean aptas para todo público. Lo que pasa en las fiestas, se
queda en las fiestas.
Por un mundo libre de etiquetas vergonzosas les recomiendo:
Cuando vayan a una fiesta, fíjense bien quién les toma fotos
y las postéa de inmediato a las redes sociales. Y de plano, no está de más
prevenir; asegúrense que sus álbumes de fotos son privados; sino se quedarán
como yo, el perro de las 3 tortas.
Nos olemos luego.
#PerroAndaluz
Nos olemos luego.
#PerroAndaluz
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